sábado, 18 de diciembre de 2010
Nunca Te dejare caer Cap 20
POR IRENE:
Esa misma tarde regresé del supermercado con Sonja. La pequeña Anneliese nos ayudo a llevar las bolsas directo a la cocina. Cada vez que la miraba la veía más hermosa. Sus adorables caireles rubios rebotaban tan graciosamente cuando ella hacía pequeños saltos. El sonido de su voz era dulce y enternecedor, aún cuando gritaba muy fuerte. Aún no llegaba noticia nueva de sus padres. La verdad, yo comenzaba a dudar de si la estaban buscando realmente.
-Anneliese…- la llamé.
-¿Sí?...- Dio un gran brinco frente de mi.
-¿Quieres jugar conmigo un rato?- en cuanto le formule la pregunta, una enorme sonrisa se formo en su rostro.
-¡¡Sí !!- La tome de la mano y mientras iba brincando a mi lado subiendo las escaleras, me hizo recordar cuando yo era pequeña. Cuando Sandra tomaba mi mano igual que en ese momento y subíamos a mi habitación a jugar juntas.
En ese momento me sentí como si yo fuera Sandra y Anneliese fuera yo de pequeña. Las escaleras del orfanato, no eran las del orfanato, eran las de mi casa. El sonido de los trastes en la cocina me lo imagine como cuando mi papá robaba algo de la despensa sin que Sandra se diera cuenta. La puerta que pertenecía a la habitación de Alice y mía, era en mi mente la puerta de mi cuarto.
Le pedí a Anneliese que se sentara en mi cama; tomé mi estuche de maquillaje, algunos peines, cintas de colores, ligas, pulseras y collares. Me senté detrás de ella y comencé a peinar su hermoso y sedoso cabello, sujetando algunos mechones en media cola y adornándolo con un moño de color negro. Tantos recuerdos me llegaron en ese momento.
-Te ves divina…- le dije mientras le mostraba su rostro frente un espejo. Ella sonrió tan hermosamente.
-Ahora, es momento del maquillaje.- Tome algunas sombras de colores para ponérselos a ella. La tentación de usar delineador y sombra negra era fuerte, pero volteaba a ver su delicado rostro y recapacitaba. Al final solo le coloque una sombre de color rosa duraznos y un poco de rubor. Parecía muñequita de porcelana. De esas que te dan ganas de abrazar tan fuerte, pero sientes que se romperán en cualquier momento. Hubiera deseado haber conservado unas cuantas de mis ropas de pequeña para ponérselas, pero todas pasaron a otras niñas del orfanato con el paso en el que iba creciendo.
-¿En dónde están mi papis?.- Esa pregunta me hizo congelar la sangre.
-Pronto llegaran….-
-¿Cuándo?-
- No, N-No….no lo sé…. Pero será pronto.-
-Es que, no le digas a la señorita Sonja, pero….siento que…me olvidaron.- Pude notar como juagaba con sus dedos nerviosamente.
-Nunca digas eso, Anneliese. Un padre jamás olvidara a su hijita. Mucho menos si es tan bella como tú.-
-Es que, ese día se la pasaban peleando tanto que…creo que se olvidaron de mi. Creo que aún siguen peleando y por eso no han venido por mi.-
-¿Se pelean mucho tus padres?- Ella encogió sus hombros en señal de duda.
-Escucho muchos gritos en la casa. ¿Eso se considera pelear?-
-Sí, corazón…..son peleas.-
-Entonces…sí, pelean mucho. Recuerdo que la última vez mi mamá le gritaba a mi papá sobre que no sabía hacer nada bien.-
-¿Lo recuerdas?- Me sorprendió mucho como una niñita de su edad podía recordar exactamente todas las peleas de sus padres. Sentí un poco de lastima por ella ¿Cómo llegaría a ser su futuro con unos padres que siempre peleaban?
-¿En dónde están tu papis, Irene?- CORRECCIÓN, Si la pregunta anterior me congelo la sangre, ésta pregunta hizo que mi corazón se detuviera.
-Tampoco lo sé…- dije con un suspiro, intentando que la voz no se me quebrara.
-No sabes nada, Irene.- me dio risa la forma en que lo dijo.
-Sí, por eso estudia mucho para que no te quedas tan torpe como yo.-
-Lo haré, definitivamente lo haré.-
Durante toda la noche la pasamos jugando lo que solía ser mi juego preferido de pequeña. MODELOS. La pase muy bien con la pequeña Anne. Aunque esa noche no estaba tan segura de si quería que regresara a casa o no. Extrañaba a sus padres y era bueno que tuviera su propio hogar, pero….el que en su hogar siempre hubiera peleas, no sería algo bueno para el desarrollo de ese lindo ángel.
DEJA DE HABLAR IRENE.
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Irene acabo rendida esa noche, recordaba haber acompañado a Anneliese a cenar, aunque ella no hubiera tocado alimento alguno. Subieron de nuevo a la habitación para seguir jugando, y lo último que quedaba en su mente era la imagen de Anne recostada bajo sus brazos en su cama y amabas dejándose llevar por el sueño.
Cuando Irene abrió los ojos y encontró sus brazos vacios se preguntaba dónde habrá ido la chiquilla. Reviso la cama de arriba y encontró las sabanas de Alice revueltas, pero ella no estaba ahí. Sobre la silla se encontraban las ropas de Alice de la noche anterior y un vaso de agua con una caja de Aspirinas al lado. Era notorio que Alice aprovecho más de su trabajo en el bar.
Dio un gran estirón y froto sus ojos, mirando su aspecto no muy maravilloso en el espejo. Por fuera de la ventana llego a escuchar el sonido de un carro, pero no sonaba como la vieja camioneta del orfanato, así que se apresuro a ver de quién era ese motor. Un lujoso carro gris, con dos señores que bajaban entusiasmados. La señora fue la que primero corrió a la entrada abriendo los brazos para luego en ellos acurrucarse una alegre Anneliese. Irene miro detenidamente a la pareja. La señora con cabellos castaños y piel de un color rosa, y el señor con el cabello más que rubio y unos ojos azules que se podían ver a kilómetros. Era obvio que eran sus padres. Anneliese corrió ahora en dirección a su padre para que éste la cargara en el aire. La pequeña volvía a estar en el lugar que pertenecía.
Irene corrió rápidamente de la ventana para bajar las escaleras a una velocidad que sus piernas flojas recién se lo permitían. Quería despedirse de la pequeña antes de partir. Pero sus pasos eran tan torpes, parecía casi borracha, sus ojos no terminaban de abrirse bien aún. Una vez empujo las puertas de madera, fue muy tarde. Lo último que vio fue la puerta trasera del carro cerrarse para luego arrancar. Irene al principio sintió un vacio, una tristeza al no poder decirle adiós, pero una pequeña alegría la volvió a llenar al ver a Anneliese despedirse de ella con un gesto con la mano. Irene le contesto de igual manera mientras al carro se alejaba cada vez más, hasta no dejar rastro de él.
-Pidieron disculpas por no haber llegado antes. Dijeron que estaban tan ocupados haciendo anuncios de la pequeña que no se percataron de los anuncios que pusimos de ella en televisión y radio.- Anuncio Anke que se encontraba parada a un lado de Irene sin que ella lo notara.
-Por lo menos regresara a su hogar.-
-Sí, ahora está con sus padres. Dijeron que estaban muy preocupados.-
-Anneliese me dijo que se peleaban mucho.-
-Irene, el que una pareja tenga problemas entre ellos, no quiere decir que no amen a sus hijos. Muchas veces son los hijos la razón por la que una pareja deja de pelear y se mantiene unida aún. Estoy segura de Anneliese no es la excepción.-
Anke entro a paso lento, dejando a Irene con la mirada pegada en la distancia.
-Oh, por cierto,…Irene…-
-Uhm…¿sí?-
-Llegaras tarde a la escuela.-
-AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!- Más rápido que un rayo entro al orfanato y subió a grandes tropezones las escaleras. Tomo la ropa que pudo, su estuche de maquillaje, sus artículos de limpieza personal y sus zapatos. Literalmente se cambio, cepillo cabello y lavó sus dientes mientras bajaba las escaleras.
-¿En dónde está mi mochila?- decía apresurada buscando en la sala principal.
-En tu habitación.- le dijo Anke. Irene dio un gran resoplo.
-¿Por qué no me lo dijiste antes?...Justamente vengo de ahí.- enfadada y ya cansada subió las escaleras hasta entrar a su habitación y tomar su mochila. Al momento de bajar las escaleras lo hizo dando grandes saltos para bajar más rápido.
-Silencio, Irene,…que despertaras a los bebes.-
-Es tarde, tarde, tarde, tarde. ¿Por qué Alice no me despertó?-
-Dijo que lo hizo.-
-La matare….- Se acerco a Anke y le dio un beso en la mejilla de despedida para luego salir corriendo a toda prisa.
-¿No desayunaras?- formuló la pregunta antes de que Irene abriera la puerta.
-Tu misma me estás diciendo que llegare tarde. Desayunare algo llegando. Nos vemos en la tarde.- Fue lo último que llego a gritar Irene mientras la puerta se cerraba detrás de ella.
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